Encontramos en este libro una serie de cuentos que se publicaron tras la muerte de Carver. Según la viuda, encargada de rescatar y publicar las historias, así como de los críticos de la contraportada, son piezas de igual calidad que toda su obra anterior y su publicación obedece a criterios puramente artísticos. Como no he tenido el gusto de disfrutar de la obra anterior del sr. Carver, tendré que creerlo.
El estilo de Carver tiene algo de peculiar; no tanto en el desarrollo de las historias o en la construcción de los personajes (aunque es cierto que tienen una idiosincrasia particular en su normalidad) si no en los finales que propone para cada cuento. Se puede decir que basa su estilo y su diferencia en no ser asombroso ni espectacular, en no contar nada que se salga de la vida común de la gente, en proponer historias y finales que se identifican con la más absoluta normalidad de buena parte de la sociedad. El adorno innecesario no es su pecado, desde luego.
Un estilo que me parece un arma de doble filo. Por un lado, una vez que coges la intención literaria en el discurso de la normalidad de vidas corrientes, te haces partícipe emocional de las historias, sintiendo de forma especial aquello que te conmueve por cercano y reconocible. Sin duda, la identificación con personajes, situaciones y emociones es uno de las bazas fundamentales de cualquier obra de arte. Por otra parte, el hecho de que nada brille, de que nada sea espectacular o fuera de lo común, convierte la intención literaria en algo monótona y se puede echar en falta algo más fantasioso que, sin llegar a desligarse de nuestra condición humana, permita imaginar y fantasear con situaciones más deslumbrantes.
En cualquier caso merece la pena el acercamiento a este tipo de literatura "humana". Aunque cada uno deberá buscar el momento vital adecuado.
Lo mejor: la aparente sencillez.
Lo peor: la invariabilidad en tono e intención.