"Hay panolis que se piensan que esto de escribir para uno es como el hablar a solas, cosa de chalados. Eso son ganas de enredar las cosas, porque uno no siempre dice lo que quiere y hay pensamientos que andan por dentro de uno y uno, por vueltas que le dé, no acierta a expresarlos, o a lo mejor, no le da la real gana de hacerlo. Uno es de una manera y como uno es, no lo sabe ni su madre y, sin necesidad de ir a lo zorro, uno nunca se confía del todo a los demás y si quiere recordarse de algo, no hay como comerlo a palo seco, sin el recelo de que otro venga a cachondearse de lo que dice. Ésta es la fetén y el que diga lo contrario miente".
Miguel Delibes: Diario de un emigrante

lunes, 14 de marzo de 2011

Mundos paralelos

Creo que todos los que nos dedicamos a la educación con una mínima pasión, aunque ésta no nazca de la vocación más romántica, tenemos algo en común además de un sueldo discutible y muchas vacaciones. Me refiero a la necesidad de ordenar un mundo (un micromundo) a nuestro antojo, en donde decidamos qué está bien y qué no, un pequeño paréntesis espacio-temporal en donde podamos representar nuestra fantasía más excitante y quizás también más vergonzante: reproducir el ambiente que necesitaríamos en la vida para no ser heridos tan a menudo. Conseguimos un tablero de juego donde somos los que inventamos las reglas y arbitramos para que se cumplan, y además nos permitimos el lujo de jugar.

Dicha representación viene dada porque guardamos la ilusión más o menos inconsciente de hacer un mundo mejor…mejor para nosotros: más tierno, más amable, menos agresivo. Y, paradójicamente, muchos entramos en el mundo de la escuela que, por alguna oscura perversión, intenta conseguir el nuevo mundo a base de despreciar la ternura y la amabilidad, especialmente al tratar con la parte más frágil, pero más valiosa en su potencialidad, del sistema. Y en una especie de histeria colectiva ante la urgencia de la mutación, actuamos de modo brusco, zafio, torpe, en ocasiones agresivo. Y aunque siempre habrá los que realmente quieren reproducir un mundo con intenciones macabras o con tintes psicopáticos, los más somos víctimas de nuestras propias necesidades no satisfechas del hiriente mundo exterior.

Tengo la sensación de que el equilibrio emocional de la mayoría de los profesores es de una delicadeza especial. El reto es entender los desafíos de los alumnos como una oportunidad para convertirlos en futuros creadores y protagonistas de nuestro mundo anhelado y, mientras llega, como nuestra oportunidad para luchar contra nuestras frustraciones, nuestros miedos, nuestras intolerancias. Empecemos a disfrutar del proceso de cambio sin dejar de soñar con el más romántico de los resultados.