"Hay panolis que se piensan que esto de escribir para uno es como el hablar a solas, cosa de chalados. Eso son ganas de enredar las cosas, porque uno no siempre dice lo que quiere y hay pensamientos que andan por dentro de uno y uno, por vueltas que le dé, no acierta a expresarlos, o a lo mejor, no le da la real gana de hacerlo. Uno es de una manera y como uno es, no lo sabe ni su madre y, sin necesidad de ir a lo zorro, uno nunca se confía del todo a los demás y si quiere recordarse de algo, no hay como comerlo a palo seco, sin el recelo de que otro venga a cachondearse de lo que dice. Ésta es la fetén y el que diga lo contrario miente".
Miguel Delibes: Diario de un emigrante

miércoles, 23 de febrero de 2011

Entrenadores


El poder educativo del deporte y de la Educación Física me parecen formidables, por eso acepté de buen grado la invitación que me hizo hace un par de semanas la 'Asociación española de investigación social aplicada al deporte', para participar en su congreso. Hablé sobre los entrenadores y la educación. Los entrenadores están de moda. No solo los deportivos -Guardiola se está convirtiendo en gurú universal- sino los coach de todo tipo. Cualquier ejecutivo que se precie quiere tener un entrenador personal, encargado de prepararle para la competición continua que es la vida. En realidad, se trata de un rediseño de figuras antiguas como el "pedagogo" o el "director espiritual, encargados ambos de conducir a sus pupilos por la senda debida. Llevo mucho tiempo diciendo -desde antes de que esta profesión se pusiese de moda- que los profesores deberíamos considerarnos entrenadores. A mí, desde luego, me ha gustado presentarme a los alumnos como su "entrenador en Filosofía". La figura del docente se ha desdibujado mucho, y deberíamos precisar su perfil, demasiado ligado al hecho de enseñar. Enseñar era, como la palabra indica, mostrar un objeto a alguien. El dueño del conocimiento, el guardián de los secretos, lo revelaba al discípulo. Era una idea platónica. Bastaba mostrar la idea para que el alma del espectador la reflejara como un espejo. El maestro también podía mostrarse como figura ejemplar, reclamando la imitación por parte del alumno.

Este modelo se basaba en la capacidad de recepción del alumno, que era como una tablilla de cera donde quedaba impreso el sello magisterial. El que era capaz de reflejar el mundo ideal, progresaba. El que no, quedaba excluido. El panorama cambió cuando se pensó que todos debían aprender y, además, que debían aprender a pensar por su cuenta, como seres libres. Ya no bastaba con enseñar, con mostrar, había que introducirse en la subjetividad del alumno para animarle a aprender, enseñarle a hacerlo, motivarle, ayudarle a prestar atención a cosas que no le interesaban. Contaban de un profesor americano de Pedagogía que el primer día de clase dijo a sus alumnos: "Durante este verano, he enseñado a hablar a mi perro". Lo he traído para que les haga una demostración. El perro se tumbó sobre el estrado y pasaron diez minutos sin que dijera una palabra. Por fin uno de los alumnos protestó: "Profesor, su perro no habla". "En efecto, tengan en cuenta que yo les he dicho que había enseñado a hablar a mi perro, no que mi perro hubiese aprendido". La pedagogía ha pasado del mero enseñar al hacer aprender. El docente ya no tiene que ser el mejor, sino el que mejor sepa conseguir que el discente lo sea.

Esa es la definición de la figura del entrenador. Messi es mejor jugador que Guardiola, pero Guardiola sabe mejor que Messi cómo debe jugar Messi. Al introducir la figura del entrenador en clase, el sistema de relaciónes cambia. Quienes tienen que jugar –es decir, triunfar o fracasar- son los alumnos. El profesor está allí para ayudarlos a que triunfen. No es el obstáculo sino la oportunidad. La responsabilidad recae en el alumno, como recae en el jugador. Los entrenadores suelen manejar muy bien los recursos motivacionales. Saben que para conseguir una actitud de esfuerzo, de superación, de mejora, tienen que movilizar las energías del jugador. Para "animar" hace falta un arte muy especial, cuya finalidad es despertar energías dormidas. Fueron los entrenadores los que comenzaron a enseñar a los atletas a hablarse a sí mismos de la manera adecuada para movilizar las energías y luchar contra el cansancio, mucho antes de que la psicología comenzara a ocuparse del habla interna", o de las "técnicas de autoinstrucción". Además, conocen muy bien la importancia que tiene saber fijar las metas adecuadas a cada persona concreta. En un entrenamiento no se compite con otro, sino con uno mismo. Todos deseamos tener la experiencia del éxito conseguido por nuestros méritos. Es una experiencia universal, a la que todo alumno debería tener derecho.

El talento pedagógico consiste, entre otras cosas, en conseguir que todo alumno –por muy zoquete que sea- tenga al menos una vez el sentimiento de triunfo merecido. Es una experiencia tan poderosa, que deseará tenerla otra vez. A nosotros nos sucede lo mismo. La felicidad es la armoniosa satisfacción de tres grandes necesidades humanas: el bienestar, la vinculación afectiva, y el sentimiento de progreso. Cuando nos sentimos empantanados, estancados, somos inevitablemente desdichados. Sería bueno que existiera el "entrenador de profesores, que nos pusiera en forma.

José Antonio Marina
Periódico Escuela